
De cidrón a hierbaluisa: una plantita migrante

De cidrón a hierbaluisa: una plantita migrante
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La Aloysia citriodora logró adaptarse tan bien lejos de su origen latinoamericano que hoy hace parte de uno de los rituales europeos por excelencia: la noche de San Juan.
Hay plantitas que hemos bautizado con muchísimos nombres comunes. El caso de la Aloysia citrodora es una de ellas. Habrán oído hablar de cidrón, cedrón, toronjil, verbena limón, verbena de indias, hierba de la princesa, marialuisa o, como la llaman en estas latitudes ibéricas donde escribo esto, hierbaluisa. Cuando la conocí, me pareció curioso que tuviese tantos nombres tan diferentes entre sí, porque la verdad es que de «cidrón» a «hierbaluisa» hay un camino laaaargo, así que me puse a investigar.
De todas las plantas sobre las que he profundizado –hasta ahora– en mi viaje herbal, la hierbaluisa es la única originaria de Sudamérica, de donde viene su nombre original, cidrón. Con la invasión y ocupación que ejerció el mandato de los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, sobre diversos pueblos y territorios americanos, inevitablemente hubo una transmigración de especies alimenticias que no solo introdujo en suelos hispanos el maíz, el tomate, la papa, el aguacate o los pimientos, sino también plantas medicinales, y como adivinarán, una de ellas fue el cidrón.
Después de que esta plantita del amor atravesara el Atlántico y llegara a la península ibérica, empezó a cultivarse en climas cálidos y templados, al sur del viejo continente. Así que allí estaba ella, creciendo y adaptándose a un lugar completamente nuevo, cuando se cruzó en el camino de la reina María Luisa de Parma, y no por casualidad. Era 1790 (muy aprox.) y para esa época la reina había tenido 11 hijos y cerca de 8 abortos, y su salud estaba tan deteriorada que los médicos le recetaban todo tipo de remedios. Un iluminado le aconsejó tisanas de cidrón para levantar el ánimo. Dicen los que saben que nada más probar esta plantita María Luisa de Parma quedó tan fascinada con su sabor y su efecto que no solo ordenó inmediatamente su cultivo en todos los jardines de su propiedad, sino que la rebautizó y por eso de este lado del mundo la conocemos como hierbaluisa.

La familia de Carlos IV [y María Luisa de Parma] (1800), obra de Francisco de Goya, Museo del Prado.
Ahora, sin importar cómo la llamemos, esta plantita logró taaaan bien eso de migrar y adaptarse a un mundo desconocido que hasta se coló en una de las tradiciones ibéricas más antiguas conocidas: el ritual de las hierbas de San Juan.
Parece ser que esta tradición comenzó en Galicia, desde donde se extendió a toda España y, gracias a que se ha transmitido de abuelas a madres y a hijas, se ha mantenido viva hasta nuestros días. El origen es precristiano, y de hecho, fue una práctica perseguida por la Iglesia (como casi todas aquellas que involucraban la Naturaleza). Sin embargo, la tradición era tan fuerte que la institución religiosa no tuvo más remedio que «santificar» este ritual, atribuyéndole su magia a San Juan Bautista y agregándole hierbas conocidas y muy queridas por la realeza de la época, como la hierbaluisa.
Ahora, ¿de qué se trata exactamente la tradición de las hierbas de San Juan? Les cuentoooo: el ritual comienza en la tarde del 23 de junio, donde se recogen hojas y flores de siete plantas: hipérico, helecho macho, hinojo, romero, tojo, malva y hierbaluisa. Estas son las siete plantas más tradicionales pero cada región ha modificado o agregado algunas más según lo que se encuentra cerca, como rosa silvestre, salvia, sauco, nogal, laurel…
Una vez recolectadas, se ponen en un recipiente con agua (antiguamente el agua se reunía de siete fuentes diferentes) y se deja al aire libre en la noche del 23 al 24 porque así el agua no solo se impregna de las propiedades energéticas de las plantas, sino también de las de la noche de San Juan, la más corta del año, el momento perfecto para ahuyentar a los malos espíritus. En la mañana del 24 de junio, después de haber pasado una velada a la luz de las fogatas –hoy en día, petardos y pólvora ehhh–, nada más salir el sol, hay que lavarse la cara con el agua mágica para librarnos de enfermedades, maldiciones, envidias, brujerías oscuras… en fin, para protegernos de todo lo que no sea bienvenido y empezar así un verano lleno de luz y amor.
¿Qué les parece? Yo encuentro re lindo que participar de una tradición tan ajena a mi cultura me conecte de alguna manera con mi hogar origen. Los que andan por ahí migrando igual que yoooo, ¿ya probaron esta magiaaaa?
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