La magia de los sabores amargos

La magia de los sabores amargos

[3 min.]

La Naturaleza sabe lo que necesitamos y nos lo ofrece con paciencia y sin forzarnos a ello. Quizás sea esta la razón de tanta plantita amarga a nuestro alrededor.

Buenaaaas, vengo a contarles sobre el día que conocí a mi amado ajenjo (Artemisia absinthium). Si aún no lo han probado pero lo tienen en el radar, advierto que esta info puede ser muuuuy útil. La primera vez que tomé una infusión de ajenjo sentí un escalofrío recorriéndome la espalda de arriba abajo. Puedo jurar que fui absolutamente consciente de cómo mi energía aterrizó de golpe. Eran las 7am y yo estaba en el balcón de mi casa mirando cómo una gaviota intentaba cazar alguna paloma. Distraída, tomé un primer sorbo y el tiempo se congeló. El sabor amargo del ajenjo me había dado un puñetazo de presencia y de repente estaba ahí, estaba en mí… mente y todo. No pude terminar la taza que había preparado y más tarde ese día escribí en mis notas «Ajenjo: amargo as fuuuuuck».

 

Me invadió la curiosidad… ¿qué onda este saboooor? ¿Por qué existe en la Naturaleza? ¿Qué magias esconde? Pues bien, aquí mi pequeña investigación.

 

Dicen los que saben que nuestro cuerpo está programado para amigarse mejor con el sabor dulce porque biológicamente equivale a una disponibilidad rápida de energía y calorías, mientras que el sabor amargo está asociado a la toxicidad de los alimentos. En tiempos prehistóricos este conocimiento podía hacer la diferencia entre la vida y la muerte, y de ahí que en nuestra lengua tengamos diez veces más receptores para los sabores amargos que para los dulces. Sabíamos qué comer para permanecer despiertos y qué evitar para no morir intoxicados. Con el tiempo, esta habilidad fue cayendo naturalmente en desuso, pero además nos hemos encargado de desafinarla.

 

Y es que nuestra biología aún no sabe que la enorme maquinaria detrás de la industria que nos «alimenta» le mete azúcar, saborizantes, edulcorantes y otras sustancias muertas al 80-90% de los productos disponibles en un supermercado. Esto ha hecho que desarrollemos una tremenda adicción al sabor dulce y un rechazo aún mayor hacia el sabor amargo, así que dado el panorama, no haber podido acabar mi primera taza de ajenjo fue perfectamente normal. 

 

Investigué un poco más y descubrí que el sabor amargo es el más abundante en la Tierra. Es fácil verlo: en las grietas del asfalto, al borde de nuestras carreteras, en construcciones abandonadas, etc., las primeras en llegar son siempre plantas amargas: dientes de león, llantenes, verdolagas, artemisias, gencianas, boldos o carquejas… ¿por qué? En alguna parte leí «…las plantas que crecen a nuestro alrededor son las que más necesitamos…». Alguna magia deben querer regalarnos.

 

Por supuesto no me di por vencida y al día siguiente volví a preparar mi infusión. Esta vez ya sabía lo que me esperaba, lo que no podía intuir entonces era cuánto poder escondía este sabor una vez que pude integrarlo. Tras dos semanas de una infusión diaria de ajenjo esa sensación de presencia absoluta ya no venía de golpe sino que se me antojaba más repartida a lo largo de la jornada. Mi energía estaba más compacta, menos dispersa. Me sentía más presente en mi cuerpo, había menos ruido mental.

 

Y es que si hay algo que una planta amarga hace bien es DEPURAR. Toda planta amarga tiene principios activos que trabajan sobre todo en el sistema digestivo apoyando un movimiento energético que es naturalmente descendente. ¿Cómo se traduce esto en planos más sutiles? Si todo va hacia abajo, ¿arriba qué queda? ESPACIO. Espacio mental, silencio, paz, quietud. De aquí mi conclusión más importante: el sabor amargo nos ayuda a despejar la mente y nos conecta con un pulso que pareciese ser más natural, cualidades mega poderosas en este mundo caótico y excesivamente apresurado.

 

Me gusta pensar que la Naturaleza sabe lo que necesitamos y nos lo ofrece con paciencia y sin forzarnos a ello. Quizás sea esta la razón de tanta plantita amarga a nuestro alrededor: en mi sentir, la Tierra nos está tratando de decir «BÁJENLE DOS CAMBIOS A SU RITMO DESQUICIADO (o hacemos un repitis del 2020 ahhhh)».

¿Les hace sentido?

Más para explorar

Toda situación que nos traiga inquietud se procesa en el estómago, un órgano clave cuando se trata de recibir, no solo alimentos, sino situaciones, personas, y un largo etecé.